Espérame by Santa Montefiore

Espérame by Santa Montefiore

autor:Santa Montefiore [Montefiore, Santa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-07-06T00:00:00+00:00


12

Florence apoyó la mano en la pared de la cueva y cerró los ojos. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas y caían por su barbilla a su jersey de lana. Le costaba respirar, pero los sollozos se sucedían en una inmensa e incontrolable oleada. Había recibido un telegrama: «Desaparecido. Se le da por muerto».

«La hija de un oficial no llora».

Las palabras de su padre surgieron y se esfumaron acto seguido; la esposa de un capitán no pudo evitar llorar a mares.

Era 29 de septiembre de 1944. El salobre y frío viento azotaba el mar. Un frente nuboso avanzaba por el cielo hacia Gulliver’s Bay, como un ejército que se preparaba para la batalla. Florence miró desde la entrada de la cueva. Empezaba a llover y el mar se teñía de gris. Se miró los pies y vio que el agua se acumulaba. Estaba subiendo la marea.

No parecía haber pasado tanto tiempo desde que Rupert y ella bailaron en esa cueva. Fue aquel caluroso verano de 1937. Recordó la primera vez que la besó y los sentimientos que despertó en ella. Creía que amaba a Aubrey, pero su hermana Winifred estaba en lo cierto. Fue un encaprichamiento que el tornado Rupert arrolló como si fuera purpurina. Rupert era profundo y complejo, lo sentía todo con más intensidad que su despreocupado hermano. Su dolor era más profundo, su alegría más eufórica, su corazón menos fácil de conquistar. Aubrey era el primer romance de una chica; Rupert era el amor eterno de una mujer. Cuando Florence se refugió en la cueva para llorar porque Aubrey quería a Elise, no sabía que estaba a punto de producirse una conexión más significativa. Que el beso de Rupert lo cambiaría todo. Entró en la cueva como una niña y salió como una mujer. Y ahora, frente a la posible muerte de Rupert, estaba trastornada una vez más. Sin Rupert, estaría sola para siempre. Sería la mitad de un todo. La mitad menor.

No quería ser como su madre y llorar la pérdida del hombre que la había completado.

Florence volvió a sollozar. El débil rayo de esperanza que irradiaba la palabra «desaparecido» del telegrama era tan pequeño como el pinchazo de un alfiler. La palabra «muerto» tenía más fuerza, como la explosión de una bomba; lo aniquilaba todo.

Cuando el agua le llegó a los tobillos y se acercó al fondo de la cueva, Florence se llevó una mano al vientre. Llevaba dentro a su hijo. La parte de Rupert que aún vivía. Tal vez nunca conociera a ese ser que habían creado juntos y, lo que era peor, quizá ese ser nunca le conociera a él. Aturdida por este pensamiento, se aferró al rayo de esperanza y a la palabra «desaparecido». Quizá Rupert había tenido suerte. Quizá no estuviera muerto. Podría estar herido en algún lugar o inconsciente en un hospital de campaña. Rupert no querría que ella se preocupara. Querría que fuera fuerte, por su hijo. Se secó los ojos con los dedos fríos y se apresuró a atravesar el agua hasta la pendiente de rocas que conducía al túnel de los contrabandistas.



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